Por Michael Feldman
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Los perros y los gatos son las mascotas más populares, más que las aves, los peces y los cuyes. En todo el mundo hay 900 millones de perros como mascotas frente a 600 millones de gatos. Crecí con ambos y noté sus diferencias en carácter, comportamiento y utilidad.
Tanto los perros como los gatos fueron domesticados para trabajar para los humanos, pero en diferentes oficios. Los perros fueron los primeros en ser domesticados, hace 30.000 años, antes del desarrollo de la agricultura. Sobrevivimos de la caza, migrando en busca de alimento. En Siberia un tipo de lobo siguió bandas de humanos para comer sus deshechos. De noche, acechaban en la oscuridad y ladraban cuando se acercaban depredadores animales o humanos. Con sus sentidos superiores del oído y el olfato, los perros pronto ayudaron en la caza y la guerra.
Los gatos se volvieron útiles hace 7 mil años cuando dominamos la agricultura en el norte de África. El almacenamiento de granos permitió a los humanos crear ciudades permanentes, pero también atrajo a ratones y ratas, hizo que una raza de gatos salvajes se adaptara a vivir con humanos. En Egipto trataban a sus gatos como dioses y los momificaron para enterrarlos con sus amos.
Los perros y gatos modernos tienen el pelo suave y sedoso y les encanta que los acaricien. Está comprobado que las mascotas reducen el estrés, la presión arterial, la soledad y la depresión. Los perros existen para complacer a sus humanos y darían su vida para protegerlos. Son fáciles de entrenar y trabajan como pastores, detectores de drogas, guardianes, guías de ciegos y más. Les encanta trabajar con los humanos. Si le dices a tu gato que es hora de trabajar, te mirará como diciendo «¡Habla serio!» Como a los humanos, les gusta cazar y matar para jugar o para comer.
En casa tenemos a “Flaco”, un atigrado naranja muy grande que es un verdadero manabita; le encantan los mariscos, el pan de almidón, el corviche y la papaya. Piensa que, si come suficiente comida humana, crecerá hasta alcanzar el tamaño y la forma nuestra y me reemplazaría como el macho alfa de la familia. Cree que le negamos la comida humana para evitar que crezca lo suficiente para ser el jefe.
Se esconde debajo de las camas y en rincones oscuros y salta para atacarme cuando menos lo espero, como Cato, el sirviente de la Pantera Rosa, quien fue entrenado para atacar al detective en todo momento para mantenerlo alerta. Sin embargo, los gatos y los perros no son enemigos naturales, y si se crían juntos se llevan bien, a diferencia de nosotros.