Sin ninguna posibilidad de renovar el estado de excepción mediante decretos ejecutivos, nuestras competencias se ponen a prueba para salvaguardarnos de la pandemia, controlarla y en la medida de lo posible neutralizarla. Situación muy compleja por la cantidad de elementos concurrentes y variables tan independientes de nuestra voluntad.
Dentro de las posibilidades, la de la movilización sin restricciones de placas parece el primer acercamiento para poner a consumidores y negociantes en el camino de la reactivación. Pasar por activar a los hoteles y habilitar más playas en horarios definidos el complemento.
Los centros de abastecimiento de productos de primera necesidad requieren una regularización aplicada hacia la informalidad en los exteriores, los mercadillos proliferan en desorden y aumentan el riesgo de contagios, a más de perjudicar a los comerciantes formales y organizados.
Definir el aforo de otros tipos de actividades económicas como gimnasios, restaurantes y prestadores de servicios, complementa un soporte para el turismo y su progresiva recuperación esperada.
En buen deseo y a nuestra suerte, mucho depende de la responsabilidad en el hábito ya definido de guardar las debidas protecciones personales. Máxime si sabemos que la salud pública no será nuestro resguardo en caso de agravar la situación.